Mientras se define si se hacen o no, Nicolás Herrera despliega su potencial en una de las 3 comparsas protagonistas del Carnaval del País 2020.
“Punta Alta tiene un potencial carnavalero enorme”, asegura Nicolás Herrera, percusionista de 25 años que tocó en varias comparsas locales y ahora integra O’Bahía, una de las 3 protagonistas del Carnaval del País, en Gualeguaychú.
Es que el carnaval está en el ADN puntaltense. Con más de 100 años de historia, es la fiesta más popular y con más continuidad. A pesar de esa ininterrumpida alegría, este año aún no se sabe si se hacen los tradicionales corsos puntaltenses, porque el Municipio llamó a licitación para organizarlos en el predio de la ex Estación Solier, pero la apertura de sobres será recién el 7 de febrero.
La incertidumbre de las comparsas y batucadas está a la orden del día. A pesar de eso, ya salieron a testear el “corsódromo” local. Ayer hubo un encuentro murguero a beneficio y día a día se ven grupos ensayando sobre las vías asfaltadas de la estación.
Como Nicolás, hay otros puntaltenses que trascendieron los límites de la ciudad. “Cintia Sánchez es bailarina estable de Papelitos (Gualeguaychú) y salió de la comparsa Iberá de Villa Arias. ‘Maxi’ González salió de la Comparsa Punta Alta y ahora está al frente de una batería de 100 percusionistas en Concordia. O la Murga de la Abuela, que tiene reconocimiento nacional”, enumera.
Dice que esos son ejemplos de que la ciudad puede ser el referente carnavalero más grande de la zona, pero falta el aporte de las comparsas, la mano del Municipio y el apoyo del público.
Agrega que el “corsódromo” de la estación Solier es “un gran avance” para que la fiesta siga, pero “ya estamos a fin de enero y el corso es una incógnita”.
Nos vemos en los corsos
Según el Archivo Histórico Municipal, los corsos puntaltenses son anteriores a 1916, llevan la influencia de los inmigrantes europeos y de la gente que vino de las provincias y son un reflejo de nuestra idiosincrasia.
¿Cómo eran antes? Casi como ahora: familias e instituciones levantaban palcos, pasaban sulkys convertidos en carrozas y otros se disfrazaban. Las carrozas se agrandaron en los 50 y 60, y en los 70 el carnaval aguantó en las sociedades de fomento y clubes de barrio. Los años 80 fue el auge de las caretas de dibujos animados y personajes de terror, y en décadas siguientes se incorporaron escuadras de baile y percusión con el modelo carioca y rioplatense.
Loco de carnaval
Nicolás es parte de esa historia. Dice que está loco por el carnaval, va a los corsos desde chiquito y siempre soñó con integrar una de esas comparsa. Aprendió a tocar todos los instrumentos de batucada, pero el suyo es el surdo.
En la secundaria hizo un taller de murga y empezó en batucadas chicas que se sostenían con venta de rifas y anhelaban crecer y tocar en carnaval. “Fue difícil, pero mi debut llegó en los corsos de 2012 y fue soñado”, recuerda.
Todo eso se lo contó, una noche de carnaval en Gualeguaychú, a un integrante de la archipremiada Marí Marí, que al año siguiente lo convocó para otro proyecto.
Fue así que empezó a tocar con O’Bahía, del Club de Pescadores de Gualeguaychú, y este año ya pasó ante más de 35.000 personas en la fecha inaugural del 11 de enero y en la segunda del sábado pasado. Hoy no estará por cuestiones laborales (trabaja como personal civil de la Armada), pero planea volver para el 1° de febrero y quedarse hasta el final.