La sociedad impone que el «talento» te hará llegar a la meta del éxito y la bonanza económica. Hay miles de historias de genios olvidados en la pobreza
Ser medianamente bueno para algo no es garantía del éxito económico, la fama o el reconocimiento en el momento oportuno. El talento absoluto e indiscutido tampoco lo es.
Ejemplos de estas historias hay miles y en todas las épocas. Desde San Martín, Belgrano o Mariano Moreno en el pasado de nuestra nación hasta Nichola Tesla en el ámbito científico internacional.
Beverly «Guitar» Watkins fue una más de estas personalidades poco o nada reconocidas en su tiempo. Y seguramente el 100% de quienes lean este artículo tampoco conozcan su vida, una más de estas tantas historias.
Se hizo medianamente famosa recién a los 60 años, cuando una Asociación sin fines de lucro estadounidense para colaborar con músicos en situaciones extremas la ayudó con lo básico para subsistir y lanzarla a una moderada fama.
Su talento, de ya más de 40 años de historias ligadas a la música, hasta aquel momento a finales del siglo 20, no le había podido otorgar el éxito que ella merecía. Además los sucesos de una vida marcada por las necesidades le hicieron priorizar otros temas por encima de su brillante capacidad para interpretar la guitarra.
Imagínese a una mujer de raza negra nacida en 1939 interpretando un blues sangrante al estilo Chicago con la maestría de B. B. King o Muddy Waters. Impensado.
Nada menos justo que hablar de «igualdad de oportunidades frente a igualdad de talento». Y todo por ser mujer en un momento equivocado de la humanidad.
Historias como la de Beverly «Guitar» Watkins existen de a millones pero el oírla tocar y escucharla cantar hasta hace poco tiempo (falleció en Octubre de 2019) con casi 80 pero como si tuviera 40 años menos, genera admiración e impotencia a la vez.
¿Por qué no llegó a ser una estrella?
¿Que la privó del éxito internacional que hoy gracias a Internet podemos apreciar?
¿Cuál es el injusto destino que nos roba las historias de estos talentos ocultos que aparecen (con suerte) sólo recién en su vejez o después de muertos, y dejan un legado que podría haber sido millones de veces más enorme?
Beverly Watkins la pasó muy mal muchos años de su vida. En los 80 limpió casas, tocó como artista callejera en el metro y sufrió el bajón de la popularidad del blues, el estilo musical que abrazó y le gustaba tanto.
Lo cierto es que gracias a la «Music Maker Relief Foundation» es posible conocer las historias de músicos desconocidos u olvidados de la cultura sureña norteamericana.
Pero este ejemplo rebasa cualquier frontera. Puede suceder en cualquier rincón de la geografía mundial.
Son historias de talento oculto por presiones familiares, sociales o por necesidades más perentorias que ocultan la posibilidad de trascender en algo para lo que la persona nació, pero cuyo éxito le será negado a no ser que una circunstancia fortuita le permita toparse con «la persona indicada» o «la fundación adecuada» que apueste por capacidad (o por lástima) a darle una oportunidad a quienes lo merecen por sus propios dones innatos como el de esta artista con pinta de abuelita que al agarrar su guitarra la «descosía» tanto como quienes, ya en sus últimos años, la invitaron a subirse a un escenario y tocar junto a ellos.
Aquí podemos apreciarla con todo su talento a los 78 años en 2017, recién repuesta de una neumonía que la había aquejado días antes de esta actuación y dándonos motivos para lamentar que su exito y fama mundial no hayan sido mucho más grandes, que hubieran durado mucho más, y se hayan dado bastante tiempo antes.
Fuente:infocielo